El reggaetón es buena música?

Una pregunta incómoda que dice más de nosotros que del género

¿Ustedes creen que el reggaetón es buena música? les pregunté hace poco a varios conocidos y algunos expertos. Las respuestas no se hicieron esperar. En un rato les cuento qué me dijeron, pero antes quiero hacer otro ejercicio: cambiemos el género. ¿Qué pasa si en vez de reggaetón hablamos de jazz, rock, salsa o punk? ¿Diríamos que son buena música?

El juicio del tiempo

La respuesta, me atrevo a decir, no depende tanto del quién, sino del cuándo. Lo que hoy celebramos como arte, en su momento fue llamado ruido. Muchos califican al reggaetón como simplista, vulgar, grosero o mediocre. Pero si miramos hacia atrás, notaremos que otros géneros, ahora legitimados, fueron acusados de lo mismo.

El bebop fue considerado música inculta, tocada por adictos a la heroína que rompían con la tradición del jazz clásico. Ni siquiera se podía bailar. Este género inicio a partir de la creación de las disqueras independientes a partir de la huelga de los músicos de 1942.

El rock progresivo fue visto como la música de los hippies, ligada a drogas, rebeldía y caos juvenil.

El punk se ganó la fama de ser mal interpretado, mal producido y con letras grotescas.

Incluso la salsa, hoy símbolo de identidad y pasión, fue despreciada por algunos puristas como música «mal hecha», creada por inmigrantes sin formación académica.

Jóvenes, rebeldía y evolución

¿Qué tienen en común todos estos géneros? Que nacieron en las manos —y los cuerpos— de jóvenes que querían decir algo nuevo. Que se atrevieron a romper esquemas. Que fueron rechazados por el mismo sistema que hoy los vende en vinilo o los estudia en conservatorios.

¿Buena música o mala música? Depende del momento. Y de a quién le preguntes.

Lo que me dijeron

Volviendo a mi pequeña encuesta: la mayoría de los jóvenes me dijeron que el reggaetón sí es buena música. Los adultos, en su mayoría, opinaban lo contrario.

No estoy aquí para decir quién tiene razón. Ni para defender o atacar géneros. Más bien, quiero invitar a la duda. Porque quizá, para poder apreciar algo nuevo, lo primero que tenemos que hacer es aprender a desaprender.

Desaprender para escuchar

A veces hay que rejuvenecer un poco. Desoír con intención. Liberarnos de prejuicios. Permitirse algo de mediocridad, de error, de sorpresa. Porque ahí también vive la creatividad.

Y quién sabe, tal vez así podamos aceptar que la música no nos debe nada. Es más, ni siquiera nos necesita.